Una cocina de espejos y una pared curva de cerámica protagonizan este piso de 80 m2 de San Sebastián
Un piso de 80 m2 en Donosti acoge algunas de las soluciones más ingeniosas de la temporada
A finales de la década de 1950, España se preparaba para abandonar la autarquía (un modelo basado en la autosuficiencia) y abrirse al liberalismo económico a través del Plan de Estabilización, aprobado en 1959. Así, entre otras medidas, se subieron los impuestos, se limitó el gasto publico, se liberalizó la inversión y se estableció la libertad de fijación de precios. Las consecuencias no si hicieron esperar. Entre 1961 y 1973, la industria autóctona se potenciaría, el PIB subiría hasta un 7,3 % (según datos del Banco de España) y se asentarían las raíces de una larga y estrecha relación con el sector turístico. Entre todo ese mejunje de medidas, acompañadas también por el auge en la construcción de vivienda social y renta reducida, en 1966 se levantaba en San Sebastián uno de los tantos edificios estandarizados enfocados a saciar la urgente necesidad de residencias.
Ochenta metros cuadrados repartidos en tres habitaciones, de salón diminuto, orientación norte y pensados para un matrimonio clásico con dos hijos. Gran parte de las viviendas construidas bajo el marco de estos planes de actuación cumplían las mismas reglas básicas, y ese era, precisamente, el aspecto de este piso de la ciudad guipuzcoana que el arquitecto Ismael Medina Manzano acaba de reformar. “Hemos tratado de darle una vuelta y adaptarlo a la forma de vivir del siglo XXI, reinterpretando el almacenaje doméstico y los materiales vinculados a la zona”, nos asegura Medina Manzano, quien divide su tiempo entre nuestro país y Nueva York. La rehabilitación de esta casa, que funciona como vivienda vacacional para sus propietarios, ha sido, en sí misma, un proceso de investigación sobre lo que significa actualmente habitar.
Grandes acentos
El espacio, que ha pasado a tener dos habitaciones en lugar de tres, poseer un gran recibidor que hace las veces de vestidor, dos baños y un área social con cocina y salón integrados, está configurado gracias a una pared curva revestida con cerámica esmaltada de color verde. “Es el elemento principal y no solo cumple la función de dividir las estancias, sino que también aglutina parte de las soluciones de almacenamiento. A su alrededor se colocan una serie de despensas, alacenas, baños, estanterías y armarios, transformándolo en un componente estético y, al mismo tiempo, en un aglutinador social y elemento reflexivo”, nos explica el arquitecto. Conectado directamente a la cocina espejada –otro guiño al carácter lúdico de la casa–, tan solo se interrumpe por un portal de arenisca de San Sebastián, la piedra más utilizada en la región. “Es un homenaje a las capas geológicas de la ciudad, a la naturaleza, la materia prima y hasta un símbolo como el Peine del Viento de Chillida”, añade.
Además del imponente esqueleto central y el juego de espejos de la vivienda, destaca también la incorporación de otros materiales y soluciones poco habituales. En el centro del área pública, una isla elevable fabricada con “granito nacional reutilizado y elaborada a partir de estructuras desechadas de talleres de carpintería locales” marca el ritmo de la rutina diaria. Es capaz de adaptarse a cualquier contexto: una cena en familia, una fiesta adolescente, una jornada de trabajo inesperada… Igual de flexible es el resto del mobiliario presente, como el sofá de OMHU, que se abre y desmonta en su totalidad, o las mesas auxiliares y las macetas rematadas con ruedas y, por tanto, móviles.
Notas concordantes
No se nos escapa tampoco el uso del color, vibrante y denso. “Nos encanta jugar con él. Solemos escoger uno primero que determina la estética de la vivienda y luego los demás complementarios”, añade Medina. Del verde del salón pasamos al azul eléctrico de uno de los baños o el blanco impoluto de su gemelo. “Hay una falsa creencia de que la integración en la arquitectura pasa por los colores y los materiales en sí, pero tiene más que ver con los procesos de la elección”, comenta al preguntarle por los motivos tras la decisión del diseño. “Este apartamento se integra en la ciudad y su entorno gracias al tipo de piedra empleada, a las perfilerías que hablan de su pasado industrial, los tonos presentes en la cultura de la región, etc. Se trata de ir más allá de la simple superficie”.
Un buen ejemplo es la cocina, ya mencionado punto focal de este piso de 80 m2, por lo atrevido de sus armarios. “Cuando miras por la ventana, puedes ver a lo lejos una pasarela que cruza por encima de las vías del tren. Queda justo a la altura de los ojos. Es una pasarela en la que se reflejan los edificios cercanos, generando la ilusión de que tú también te ves. Ahora, y desde el interior de la vivienda, le devolvemos la mirada en guiño arquitectónico”, apunta, divertido. Esta broma privada, compartida tan solo entre la ciudad y los propietarios –y ahora los lectores de AD–, resume sin remilgos el espíritu vanguardista del proyecto. Y la modernidad contagiosa de San Sebastián.
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